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Mostrando entradas de 2025

El cuarto asiento

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El cuarto asiento Historias de bar  Cada mañana comienza igual: un paseo corto, un mandado que no apremia, una excusa cualquiera para dejarse caer por el barrio. Ninguno de ellos tiene prisa. Ni obligaciones que no puedan esperar. Ya llevan unos años disfrutando de una —sin duda merecida— jubilación. Mantienen un aspecto lozano y saludable, a pesar de que las visitas a los centros de salud sean ahora más frecuentes. A la una y cuarto, como si lo marcase una campana invisible, los cuatro se encuentran en la barra.  No hacen falta mensajes ni llamadas. Saben que estarán ahí. Lo decidieron hace tiempo, sin necesidad de hablarlo: ese es su momento .  Tienen su lugar “reservado” en la barra y se dirigen instintivamente a sus asientos de siempre.  Piden vino. No del barato peleón, tampoco del más caro. Del que se deja beber sin reproches. Blanco, tinto, rosado... qué más da. Lo importante es que las copas nunca se queden vacías. El vino es el pretexto, el hilo invi...

Vivir sin partitura

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  Vivir sin partitura Historias de bar  En un bar, los ratos libres son escasos. Pero cuando irrumpen —breves islas de sosiego y silencio— el tabernero, con las manos reblandecidas por el constante roce con la vajilla mojada, baja la pesada persiana de la mente y comienza a acariciar las cuerdas.  Tiene tres guitarras, dos bandurrias y algún laúd colgados en la pared del fondo del comedor privado. No todos saben que están; los tiene solo para su deleite personal, a diario los revisa, se asegura de que están afinados, y en algún momento de cada jornada sus dedos se pasean por sus desgastados trastes.  Hace años, demasiados, su vida giraba en torno a esas cuerdas. Estaba en Madrid, rodeado de una pandilla de bohemios románticos que cantaban con el alma, a veces por unas monedas, otras por una risa. Aprendió a mirar de frente, a escuchar a los otros, a tocar de oído y a cantar sin miedo al ridículo. Aprendió a vivir sin partitura.  Fueron años intensos, d...

Cañas, biberones y esperanzas

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  Cañas, biberones y esperanzas Historias de bar  Al principio eran solo un par. Una pareja joven, trabajadores los dos, con mochilas de portátil, bocadillo, ropa usada y caras de jornada larga. Entraban al bar, se pedían una caña y algo para picar, y se contaban el día con una mezcla de cansancio y entusiasmo. Había en ellos una prisa por vivir. Una ilusión contenida.  Luego vinieron más. Otra pareja. Y otra. Se fueron sumando hasta llenar la mesa grande del ventanal, que a esas horas se convertía en su rincón habitual. Entre cañas y tapas se hablaba de alquileres, de jefes pesados, de series de moda y de escapadas de fin de semana. Reían mucho. Hacían planes. El bar se llenaba de una luz especial con esa energía suya que parecía decir: "estamos empezando algo" .  Yo les servía casi sin preguntar. Ya sabía lo que pedían. Ellos me saludaban por mi nombre, y a veces dejaban propina sin darse cuenta. Me caían bien. Eran de esos que dan vida al local sin armar ...

La hora de Don José

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La hora de Don José Historias de bar  El bar se halla en una calle discreta y poco transitada de Zaragoza. No se distingue de cualquier otro y, como en cualquier otro, una rutina se repite a diario, un metrónomo humano que marca el paso de las horas: Don José .  A las siete y media de la tarde, ni un minuto antes, ni uno después, la puerta del bar se abre, y ahí aparece él, con su gorra de visera que se quita para colgarla — siempre — en el segundo gancho del perchero. Durante las Fiestas del Pilar, la gorra da paso a otra confeccionada de tela de cachirulo, como si fuera su uniforme de gala.  Desde hace más de veinte años, es cliente fijo del bar. Para el dueño, su llegada no es novedad, sino resignación cotidiana de quien sabe que hay batallas que no merece la pena librar, una presencia tan inevitable como el cierzo en invierno o el calor pegajoso de agosto.  Se sienta en la misma silla, en la misma esquina, con la espalda tiesa y los codos perfectamente co...

Café solo: ausencia y silencio en un rincón del bar

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  Café solo: ausencia y silencio en un rincón del bar Historias de bar  Se sentaba siempre en el mismo rincón junto a la ventana empañada, como si visto desde ahí, el mundo fuera una postal desvaída. Pedía un café solo. Sin azúcar. Sin conversación. Sin prisas.  Venía a diario a eso de las once, cuando el bar ya había pasado el primer ajetreo del desayuno y la cafetera retomaba la calma. Nadie sabía su nombre. A nadie le importaba. El camarero lo llamaba "el del café solo", y con eso bastaba. Un gesto de cabeza, una mirada y la taza humeante ya estaba sobre la mesa. A veces traía un periódico doblado en cuatro. Otras, sólo venía con las manos metidas en los bolsillos y la mirada llena de recuerdos.  Había estado repitiendo el mismo ritual desde el primer día, cuando el bar abrió sus puertas por primera vez y aún olía a pintura fresca. Entró con la naturalidad de quien lleva años reviviendo, día a día, la misma liturgia.  No era viejo, pero el silencio ...

El perchero

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  El perchero Historias de bar  A menudo, son los objetos sencillos los que guardan las historias más profundas.  El perchero de un bar, invisible para la mayoría, puede convertirse en un testigo silencioso de recuerdos, amores perdidos, despedidas y encuentros. El perchero es un relato de esas vidas que se cruzan, de los momentos efímeros que, aunque se olviden, siguen guardados en los rincones más inesperados.  Nadie se fija en él. Apenas un trozo de hierro oscuro, torcido en las puntas, anclado a la pared junto a la puerta. Pero ahí sigue, sin moverse, sin hablar, cargando con todo lo que el tiempo no quiso llevarse. 1. 1985 — La cita de los jueves  Cada jueves a las siete, Julián entraba sin saludar, dejaba la gabardina gris en el primer gancho del perchero y pedía un vermut. Siempre el mismo, con dos hielos y una aceituna. Se sentaba en la mesa del fondo, de espaldas a la ventana.  Ella llegaba a las siete y cuarto. Pelo recogido, bufa...

Historias de bar: cuando las paredes escuchan

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  Historias de bar: cuando las paredes escuchan  Los bares no son solo sitios donde se bebe. Son refugios de paso, escenarios discretos donde ocurren las pequeñas historias que a menudo no encuentran un lugar en los libros ni en los periódicos.  Una barra puede ser confesionario, trinchera o campo de juego. Un camarero, testigo silencioso de vidas cruzadas.  Historias de bar es una serie de relatos breves que surgen de los silencios y voces de un lugar que fue real y que hoy vive en el recuerdo. Cada entrega se inspira en un detalle: un cliente habitual, un gesto, un objeto, una frase olvidada… Todo puede convertirse en relato.  Habrá amor, soledad, risas ahogadas y vasos medio llenos.  No son historias grandiosas, pero son de las que dejan poso.  Quizá hasta te recuerden a algo. O a alguien.  Publicaremos un nuevo relato con regularidad, con títulos evocadores y una ambientación reconocible. No será necesario seguir un orde...
Nostalgia por la cerveza tirada al estilo antiguo, la cocina tradicional y por el jamón al corte