El cuarto asiento

El cuarto asiento Historias de bar Cada mañana comienza igual: un paseo corto, un mandado que no apremia, una excusa cualquiera para dejarse caer por el barrio. Ninguno de ellos tiene prisa. Ni obligaciones que no puedan esperar. Ya llevan unos años disfrutando de una —sin duda merecida— jubilación. Mantienen un aspecto lozano y saludable, a pesar de que las visitas a los centros de salud sean ahora más frecuentes. A la una y cuarto, como si lo marcase una campana invisible, los cuatro se encuentran en la barra. No hacen falta mensajes ni llamadas. Saben que estarán ahí. Lo decidieron hace tiempo, sin necesidad de hablarlo: ese es su momento . Tienen su lugar “reservado” en la barra y se dirigen instintivamente a sus asientos de siempre. Piden vino. No del barato peleón, tampoco del más caro. Del que se deja beber sin reproches. Blanco, tinto, rosado... qué más da. Lo importante es que las copas nunca se queden vacías. El vino es el pretexto, el hilo invi...